Tianquiz(tli) al Atardecer: Insurgencia Territorial desde el Alimento
En un contexto donde el territorio se reduce al recurso y el alimento a mercancía, Tianquiz(tli) al Atardecer emerge como una forma de insurgencia. Un mercado que reúne productores de diversos pueblos en resistencia de la cuenca de México.
Este proyecto es un acto de re-territorialización política que exige una revisión profunda de nuestras prácticas de consumo, de nuestras formas de habitar la ciudad y, sobre todo, de la manera en que entendemos lo que nos alimenta.
La soberanía alimentaria es una forma de autonomía
La palabra tianquiztli -mercado en náhuatl- remite a un sistema de intercambio ancestral que históricamente ha sostenido formas de vida comunales. Desde su papel como columna vertebral de la economía en la antigua Tenochtitlán hasta la actualidad, los mercados han trascendido su función de proveer alimentos y bienes: son espacios de encuentro que tejen vínculos sociales y refuerzan la identidad comunitaria.
Frente a la lógica del supermercado, del algoritmo, de las entregas inmediatas y del “orgánico” como objeto de lujo, el Tianquiztli desarticula las dinámicas de acumulación y las reemplaza por relaciones basadas en la reciprocidad y la autonomía.
No está estructurado bajo una lógica empresarial, sino que opera como un rizoma: horizontal, sin jerarquías. No hay figuras centralizadas de autoridad. Las decisiones se toman en asamblea, mediante una mesa organizativa conformada por los propios productores. Aquí, cada palabra tiene peso sostenido desde la ética y no desde el contrato.
Ante un Estado ausente, o capturado por intereses privados, este proyecto se plantea como una forma de resistencia. Es territorio recuperado en el corazón de la ciudad, por las mismas personas que dedican todos sus esfuerzos a mantenerlo verde.






La Remigia y Crescen de la Tierra, proyectos que han mantenido Xochimilco y Milpa Alta vivos.
Del cuerpo a la tierra
La soberanía alimentaria no se limita a decidir qué comemos. Implica la posibilidad real de construir territorios donde los alimentos puedan cultivarse y circular sin violencia, despojo ni contaminación. Como lo expresa Juan Medina desde Sabor Rural -uno de los ejes organizativos del Tianquiztli-, se trata también de defender y cuidar el cuerpo como primer territorio.
Muchas de las personas involucradas no provienen de familias campesinas. Son profesionistas, activistas, académicas y urbanas que, desde la urgencia o la intuición, han elegido apartarse del modelo de vida impuesto por el sistema dominante, para sembrar, criar, fermentar o transmitir conocimientos desde prácticas alimentarias políticas, básicas, y ancestrales.
Las historias son muchas. El colectivo La Remigia sostiene una granja caprina en San Salvador Cuauhtenco, uno de los últimos bordes vivos de la Ciudad de México, hoy amenazado por el urbanismo desordenado. Son casos en los cuales, incluso la formación previa, como en el caso de Adán Caldiño, abogado y pastor, se pone al servicio del cuidado del territorio y de la interlocución con políticas locales. Mezcal ResiXtencia es un proyecto agroecológico y educativo dirigido por Teresa Martínez, maestra rural en Oaxaca, que enlaza saberes tradicionales con procesos pedagógicos en comunidades campesinas. Iniciativas como La Nopalera y El Pilar transforman el nopal, el maíz y el maguey no sólo como materias primas, sino como símbolos de disidencia.
Son emprendimientos, sí, pero no dentro del contexto industrial: son apuestas por otra economía, donde producir es defender la vida.



Edición inaugural del Tianquiztli al Atardecer en el Museo de Arte Carrillo Gil. Imágenes cortesía de Colectivo Amasijo.
Apreciar los alimentos también requieren un acto de conciencia. Como escribe Paloma Díaz-Mas en El pan que como (2022), en la palabra japonesa Itadakimasu no hay un simple deseo de “buen provecho”, sino una declaración de gratitud: a quienes sembraron, cocinaron, transportaron, y también a los seres vivos cuya vida fue interrumpida para alimentar la nuestra. Comer, es recibir. Es un gesto de humildad ante la complejidad y la red de esfuerzos que hacen posible cada plato.
En este caso, cada producto está acompañado por una historia, por un rostro, por una ética de trabajo que rebasa la lógica de producción para entrar en una política del cuidado. Se nota el tiempo, la vida y el respeto que implica el proceso de llevarlo a la mesa.
Arte y afecto
Otro de los gestos radicales del Tianquiztli es cómo ha usado el arte no solo como una herramienta de visibilidad. Desde sus inicios -impulsado por Colectivo Amasijo– el mercado ha sido acogido por instituciones culturales, como el Museo de Arte Carrillo Gil, Fundación Marso, y ahora, dos veces al mes, en Proyectos Públicos. El objetivo es acompañar al mercado con un aspecto creativo, aunque aquí el arte no adorna, sino que acompaña, incomoda, escucha y cuestiona.
Es un lenguaje común que reconoce las historias contenidas en una semilla, en una fermentación o en el nopal, con la finalidad de vincularse con un consumidor más consciente, y que al mismo tiempo fomenta la participación social, abriéndolo a talleres, mesas redondas, y círculos de diálogo. Esto para que los asistentes puedan irse con algo más que solo una canasta de compras, sino que con una idea o una pregunta sembrada en la cabeza: ¿cuál es nuestro rol como consumidores?

Comparativa del Estadio Azul y la Plaza de Toros, en 1945 y la actualidad.

El Canal de la Viga fue el último gran canal navegable en la Ciudad de México, y fue sepultado bajo el concreto para convertirse en una vía vehicular entre 1921 y 1940.
La ciudad como campo de disputa
La defensa del suelo de conservación y de la milpa no puede sostenerse sin una ciudadanía urbana aliada y comprometida. Es en la ciudad donde se negocia el valor de lo que comemos. Aquí se decide si el alimento agroecológico será entendido como lujo o como derecho. Aquí se construye o destruye el relato hegemónico que justifica la devastación rural. Es importante entender que no hay campo sin ciudad, ni ciudad sin campo.
Alimentarse, entonces, deja de ser un acto automático y se vuelve una pregunta ética: ¿qué mundo estamos reproduciendo cada vez que comemos y compramos?
Mapa de crecimiento urbano en la Ciudad de México, 2020. (archivo con base en fotointerpretación, Software ArcGis versión 10.3.)
En Proyectos Públicos creemos en una cultura que se cultiva desde lo cotidiano. Esta alianza con Tianquiztli al Atardecer es parte de nuestro compromiso con prácticas que vinculan la conciencia, territorio y sustentabilidad. A lo largo de 2025, el Tianquiztli estará cada quince días de 17:00 a 21:30 hrs en nuestros recintos, con entrada libre, talleres y actividades paralelas abiertas al público.